La bici que nos da libertad
- Soledad Díaz de la Fuente

- 4 days ago
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Mi abuelita Chichi nació en 1917 y no tuvo bici de niña. Las veces que pudo andar en una era por los niños y niñas que se la presentaban en la Plaza de Armas de su/nuestro pueblo: San Javier de Loncomilla. Ella vivía frente a la plaza y lo único que quería era una.
Cuando mi abuelito Daniel la empezó a cortejar ya era bastante grande y mi bisabuelo la chantajeó proponiéndole que si ella dejaba de frecuentar a Daniel, él le compraría una bicicleta. Ella se casó con Daniel y no con la bicicleta.
Las bicis siempre han estado en mi vida: yo tuve mi bici azul, luego una pistera rosada (que aún se usa) y a los 14 o 15 me regalaron una mountain bike que la dejé de usar cuando nació mi hijo en 2020.
Mi mamá (que es muy juguetona) siempre anduvo en bici y mantenía la suya y las mías en constante mantención en el taller del maestro Allende, de calle Esmeralda, que como buen estereotipo de maestro, tenia posters de mujeres en ropa ligera en su taller. Cuando venían amigas a mi casa salíamos de paseos como a Villa Alegre a unos 8 kms de mi casa. Mi mamá hasta los 70 años seguía andando en bici por placer. Me pregunto qué es la bici para una niña. ¿Es un juego?
Se veían y se ven bicis en mi pueblo y en los campos. Es que desde que se masificaron en Chile como medio de transporte, desde chica escuche historias de personas muertas en los caminos. He visto animitas y no me extraña ver personas muy mayores aun en bici. Los repartidores de diarios (Matute y Jorge hasta hoy) y el Mema hasta que murió andaban en bici con sus diarios y su sonrisa saludando.
Andar en bici es tal vez lo que más se acerca a una actividad física en mi vida y a los 33 empecé a usarla como medio de trasporte gracias a mi vida en Londres. Venía mentalizada a que había que ahorrar y comprar una bici y fue lo primero que hice, además que tuve la suerte de vivir en una casa donde el dueño, Rodrigo, otro chileno de Constitución arreglaba bicis. Andar con él era descubrir la ciudad a la velocidad justa para apreciarla y comérmela, me sentía segura, libre y mi experiencia en la ciudad era cada vez más rica ya que la sentía mía: Mi Londres. Ahí conocí a mi futuro marido y de su mano literal la recorríamos. La lluvia, el frio y los grandes buses rojos colaboran a que tus sentidos se abran. No había miedo. Pura ganancia.
Si bien no soy activista, sí he apoyado y organizado acciones como el primer (y último) Bici-foro niñas y niños jugando la ciudad y la Cicletada de las niñas nació en el festival OH! Stgo. Mi aporte es el ejemplo, que por supuesto ha sido inspirado por otros.
Luego del nacimiento de mi hijo, a sus casi 4 años fuimos a Aysén y alojamos en la casa de una familia entrañable que no nos conocía y a través de terceros llegamos a ellos. Ahí la Flo y el Nico nos inspiraron. Yo tenía grades prejuicios con las bicicletas plegables (recordar que mi bici era una montanbike y en el Reino Unido también) y ellos me pasaron una que además era eléctrica. Con esta “inestable bici” anduve por caminos de tierra todos los días y volví a sentir mis piernas, el viento, el sol y el polvo en mi cara, salieron esas sonrisas que nacen gracias a que algo se te activó producto del movimiento. Luego me fui ese verano a Londres y aposté por las Santander Bikes eléctricas por $3,000 al día de arriendo. Ahí volvió la sensación de libertad.

Así que en marzo 2025 compramos en cuotas la bici eléctrica que nos está llevando, en Santiago, todos los días de la casa al colegio de nuestro hijo: son 14 kms ida y otros de vuelta (pero en bajada) que se hacen en 30 minutos a un máximo de 35 km/h. Reconozco que sin la asistencia no lo podría hacer. Veo cómo mi hijo se espabila en la mañanas, mira el rio, los cerros, luego las montañas. Yo veo los tacos y digo que cosa más buena estar acá y no allá. También agradezco a la iniciativa Mapocho 42K y todos quienes hicieron posible la ciclovía ya que mi trayecto es un lujo. Ahorro dinero, tiempos y gano en educación en la ciudad para mi familia.
Somos de los pocos ma-padres que van en la ciclovía y la verdad es que siento que nuestro ejemplo puede inspirar a otros. Una bici más es un auto menos o descongestionar las horas punta de los medios de trasportes públicos que están muy colapsados. Eso también me inspira en despertarme cada día y a pelearnos con mi marido por quien sale hoy, porque la verdad ambos queremos siempre ir a dejar y buscar a Lonki en bici. Ahora a mis 43 años, ya se ha vuelto una adicción de energía para iniciar y terminar el día.











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